Ya hemos visto anteriormente que era misión del ayuntamiento tener un “horno de pan cocer” (como se decía en aquellos tiempos) y contratar un hornero que se encargaba de hacerlo funcionar. Cada vecino debía, pues, ocuparse de la preparación de la masa para llevarla a cocer. Esto llevaba consigo ciertas ocupaciones:
Sacar tabla.- A las tres de la tarde se reunían a la puerta del horno las mujeres que al día siguiente debían cocer pan o pastas. El hornero les presentaba una bolsa con tablitas de madera numeradas. Cada mujer sacaba una tabla y de acuerdo con los números sacados se establecía la hora que le correspondía a cada mujer tener el horno a su disposición. Este sorteo originaba, a veces, alguna discusión. De acuerdo con su número de orden, cada mujer podría calcular la hora en que debía hacer los preparativos para llevar la masa de pan o de pastas al horno. Las pastas se cocían por la tarde.
Pagar al hornero u hornera.- Se pagaba por el trabajo de preparar el horno y cocer las masas una cierta cantidad en metálico y una parte en pan y pastas.
Aportar la “barda”.- La leña verde que se utilizaba para calentar el horno la debía aportar cada usuario de acuerdo con la cantidad de pan y pastas que quería cocer. La leña más empleada era la de sabina, enebro o pino. Esta operación también era motivo de algunas discusiones.
Estas operaciones eran exclusivas de las mujeres. Los hombres eran los que debían acarrear la “barda” hasta el horno, si alguno quería entrar en el horno era expulsado espolvoreándole con harina.
En los últimos tiempos de funcionamiento, el horno era manejado por una mujer, la “hornera”, siendo las últimas horneras Natalia de Marcial, Cruz Madrazo, Soledad Escorihuela, Lucía Escorihuela y Pilar Celades.
“Hormigueros”.- Montones de hierbas inútiles cubiertos de tierra que se quemaban, siendo esparcidas las cenizas como abono potásico.
Recogida y acumulación de estiércol.- Se recogían y almacenaban cuidadosamente los excrementos de ovejas, caballos, mulos, asnos, etc. Constituían un excelente abono orgánico para el campo. Se conservaban hasta el momento de ser usados en lugares llamados “emerales”, fuera de la población. Su transporte desde las cuadras al emeral y de éste al campo se llamaba “sacar yemo”.
Labrar.- Preparar los surcos en las tierras donde se iba a hacer la siembra. Para ello se uncían dos caballerías a un yugo para arrastrar el arado. Debemos anotar la presencia en los censos antiguos de un “aladrero” que construía y reparaba arados.
Atablar.- Allanar la tierra sembrada mediante una tabla arrastrada por caballería.
La siega.- En Tronchón la siega se ejecutaba a mano con “falcino” (hoz). La mano era protegida con una protección de madera, la “zoqueta” para evitar los cortes, y el cuerpo por medio de un delantal de cuero o “zamarra”. La “dalla” o guadaña se empezó a emplear en los años sesenta. Posteriormente se empezaron a emplear las máquinas cosechadoras.
En las fincas grandes o las masías se contrataban cuadrillas compuestas de diez o doce hombres (“piones”) dirigidos por el “capataz” que era el que iba en cabeza y marcaba el ritmo de la operación. Uno de la cuadrilla hacía las “gavillas” y otro los “fajos” compuestos de varias gavillas. Dentro de la siega también se utilizaban chicos para sacar “vencejos”, que eran las espigas de centeno que se sacaban de los fajos para atarlos.
Para ello, en la siembra se habían añadido algunos granos de centeno.
Otra persona llevaba el “diablo”, que era un rastrillo para recoger las espigas que quedaban sueltas en el suelo.
La siega, que era digamos la operación “básica” del trabajo agrícola comportaba un sistema de alimentación para restaurar convenientemente las fuerzas de los segadores o “piones”.
La tarea de llevar la comida al campo la efectuaba una mujer, llamada la “agostera”. Dicha comida se hacia en las siguientes “tomas”.
Antes de salir el sol y empezar la tarea, se tomaba “la copa” y un trozo de torta. A las diez, aproximadamente, la “agostera” llegaba con el “bocao de las diez” a base de proteínas (conejo, pollo, carne guisada o “conserva”) según costumbre de cada propietario. A la una se regresaba a la casa o masía para hacer la comida “reina” del día a base de platos fuertes y consistentes. Había una hora de descanso (la “siesta”) y se volvía al tajo. A las cinco de la tarde, la “agostera” llevaba la merienda a base de embutidos o jamón. A las nueve se tomaba la cena, también a base de platos consistentes.
Las cuadrillas de segadores dormían en la “tiñada” sobre el suelo cubierto de paja.
El Acarreo.- Consistía en llevar los fajos a la “tiñada” cargados en caballerías.
La operación final consistía en “aventar” para separar el grano de la paja. Esto se podía hace si el viento era favorable.
Con esta operación se ponía fin al año agrícola y llegaba el momento de celebrar las fiestas de la Villa.
La horticultura.- La escasez de agua en la zona donde está enclavado Tronchón hacía que escaseasen los huertos, pero si era posible se aprovechaban las fuentes para mantener balsas que se aprovechaban para regar por medios rudimentarios huertos con una producción que se utilizaba para el mantenimiento de los dueños.